Esta no es mi última palabra.

Sé que contiene errores, pero me da pereza corregirlos. Esta no es mi última palabra.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Nostalgia

 Cuando venga un equipo de arqueología muy sofisticado de dentro de tres milenios al barrio donde crecí y con su máquina de rastreo de coordenadas espaciotemporales pueda ver una instantánea de unos chavales de mediados de los ochenta del siglo XX jugando a baloncesto, posiblemente por tratarse de personas provenientes del post-colapso donde casi toda la información histórica se perderá, pensarán que en esa esquina del Golfo de Bizkaia que entonces debía de quedar a varios kilómetros de la costa vivió un grupo de personas estadounidense. Los indicios culturales, pruebas irrefutables, les llevarán a esa conclusión.

 Escribo esto mientras en mi mente suena el superochentero Tema de Crockett de Jan Hammer. No soy nostálgico y no sé si es mi modo de ser genuino o me han hecho ser así. Tan confundido ando a veces. Aunque creo que nunca he sido nostálgico. Berdin dio.

Bueno. De todos modos, a diferencia de otras muchas entradas,  ésta no voy a ilustrarla con ninguna imagen más que la que puedas formar en tu mente si sabes de qué tema musical he hablado antes. No voy a ilustrarla con ninguna foto porque esta vez quiero sentir que formo parte del resto de seres vivos, antepasados o coetáneos, que nadie recuerda o que pronto nadie recordará.

 Hoy me apetece reivindicar el derecho al olvido. Tanto a olvidar como a ser olvidado.

domingo, 7 de septiembre de 2025

Mejor menos fe

  Hay farsantes que van a tratar de engañar, de todos modos. Pero si creásemos espacios de debate donde la sincera respuesta "no lo sé" fuese mejor aceptada, habría menos personas forzadas a fingir que saben cosas. Acostumbrarse a vivir sin conflictos con el hecho de no tener certezas puede costar esfuerzo, pero verse arrastrado por la corriente de una inercia de personas inseguras donde todas confían en que habrá otros que... saben, cuando te percatas de que no es así... es una sensación muy desagradable.

 

La anotación molar resaltada. (La profusión de marcas es un zeitgeist).

 

martes, 15 de julio de 2025

La influencia de los acontecimientos en los pensamientos

 Anoche soñé que era de noche y era el pasado remoto. Los sonidos del día estaban ausentes y la luz sólo la proporcionaban las ascuas anaranjadas de una hoguera de llama baja sin humo, bien construida. Cantábamos en polifonía y manteníamos diálogos con flautas de una sola nota. No conocíamos el funcionamiento del mundo más allá del estrictamente necesario para sobrevivir y nada más que lo estrictamente necesario hacía falta. Estuve un rato con mis ancestros, al modo que dice la famosa cita: en cuya poderosa compañía no he de sentir vergüenza.

 Luego vinieron las hebras del tiempo, tangibles, visibles y materiales como gruesos cabellos negros lisos y largos sobre un lienzo blanco a devolverme al presente. Así también lo vi en sueños.

 

 Anoche, antes de dormir, entre los párrafos del último libro que estoy leyendo, me puse a imaginar una sencilla función de la constante universal c.

 

 

La he dibujado para ilustrar esta entrada

 

Me puse a pensar que todo el mundo andamos metidos en el lado superior izquierdo de esa función. Mentalmente sombreé por donde nos movemos y dejé en blanco por donde lo tenemos prohibido por las leyes de la naturaleza.

 

 

Me hubiera gustado sombrear en gradiente
para hacerlo más visible, pero así me ha quedado

 

 Independientemente de que nos movamos tan lento respecto a c que casi estemos pegados al eje t y dado que la relatividad especial no nos deja movernos fuera de la zona sombreada, me puse a imaginar la totalidad de esa gráfica mental en modo tridimensional, haciendo que las líneas rotaran creando un sólido de revolución.

 Y me quedé un poco extrañado cuando obtuve medio cono de luz. Si traía al pasado a la imagen imaginada, como premonitoriamente después sucedería en sueños, se creaba un cono de luz entero.

 

 

Como el día de hoy en general,
este dibujo me ha salido regulinchi

 

 Tengo que buscar si lo que imaginé tiene sentido y la gráfica y el cono de luz tienen algo que ver. Certero o equivocado, no será un descubrimiento original, por supuesto, pero todo constituye una sucesión de pensamientos a los que no habría podido llegar de esta manera que me extraña sino por mí mismo. Tanto al pensamiento de anoche de la función de c resultando en un cono de luz como a la mirada que eché a través de la ventana de la conciencia a mis subconscientes sueños para, habiendo sido testigo en primera persona, traérmelos a la zona del recuerdo.

 

 *****

 

 No creo que si pudiera hablar con un yo de hace treinta años le hubiera podido convencer  de que sería más divertido pasar la vida rotando funciones en un laboratorio que volteando piezas de varias toneladas en un taller de mecanizado. Aquél que pudo haber sido un soñador tenía que haberse convencido por sí mismo. De que lo insurgente hubiera sido tomar el primer camino, pues el segundo ya lo tenían preparado los dueños de la mayoría de las cosas. Un camino preparado para gente como yo.

 Yo, el de hoy, a su vez, estoy convencido de que hay argumentos de los que no puedo convencer a algunas personas. Estoy seguro de que encontraré resistencia y el escuchante se enrocará en su postura haciendo más difícil que lo argumentado penetre sus defensas. Aunque, para variar, esta entrada no va de creencias irracionales, mi experiencia en la militancia del ateísmo algo me ha enseñado sobre cómo las personas se aferran a sus convicciones y se sienten personalmente atacadas si las criticas (a las convicciones, no a las personas; lo segundo es lógico, lo primero, no tanto). Por eso pienso que es inútil hacer cambiar de según qué opinión a según qué persona. Si no lo ve por sí misma, yo jamás la convenceré. Es más, la haré ponerse en guardia, lo que será contraproducente.

 

 A veces me cuesta tanto hacerme entender... como para complicarlo todo teniendo que comunicar lo justo, pinceladas leves de pensamiento, poco más, por ver si animan a encender una llama de comprensión. 

 

 

 

sábado, 21 de junio de 2025

Hazme sentir que es real

 Hoy he visitado a un viejo amigo que está enfermo y se muere. En su compañía he recordado la bondad de otro compañero de viaje más, para el cual este viaje ya terminó; su bondad, su cariño... Un rato después he recordado, todavía, a un amigo en común más, también ya desaparecido. Cómo nos divertimos todos juntos.

 Tras apoyar mi mano y mi barbilla un poco en él, me he despedido como un draenei, deseándole que sus días fueran largos y escasos sus contratiempos. Mientras me despedía, he calibrado quién de los dos durará más —de no haber fatales accidentes—, mientras levantaba mi mano saludando para, acto seguido, darme la vuelta y partir sin mirar atrás... no fuese a hacerse la despedida demasiado insoportable.

 

Para refugiarse a la débil luz de la luna
menguante no hace falta sistema vascular


No quiero reír alto. No quiero tener y ostentar cosas nuevas y caras. No quiero ir rápido. Ni ser agresivo, ni tener que verme obligado a ser fuerte, ni valiente.

Me estoy despegando de esta impostada realidad y sólo quiero lo que quiere un auténtico humano real. Que se le tenga en cuenta, y además, que lo que haga uno, cuente.

viernes, 6 de junio de 2025

Máquinas fantasmagóricas moleculares

Una verdadera eternidad antes de nosotros sin haber existido. Una absoluta eternidad tras de nosotros después de nuestra existencia. Y una vida efímera en medio de esa eternidad. Sin pasado, un abrir y cerrar de ojos, sin futuro.

Todos los fantasmas de todos los cuentos que me han contado eran espíritus del pasado aferrándose a una existencia presente. ¿Quién puso las reglas de la existencia de los fantasmas? ¿No pueden ser los fantasmas del pasado los seres que viven en el presente? ¿No nos pudieron percibir a los vivos del presente, en el pasado, como espíritus que creímos e hicimos como que estuvimos vivos aunque nos faltase para que eso ocurriera? ¿Que seamos ahora los fantasmas que sintieron antaño? ¿Que, por tanto, los fantasmas de ahora sean los vivos del futuro?
¿Y por qué no, mejor, fantasmas vivos en el presente vivo? ¿Acaso carecemos de espíritu o tiene que ser liberado del cuerpo para afantasmarse? ¿Quién dijo que tiene que ser así? Porque: ¿y si sólo hay el presente y lo demás son cuentos?
Cuentos contados para dormirnos o para que no durmamos.

Hacer el esfuerzo de imaginar que la realidad es real. Sin alma, ni sobrenatural inmortal... ni un mortal Yo natural. La mayoría lo rehuye, ¿sabes? El esfuerzo de imaginarse eso. Y, bueno, contando con que se posea siquiera la capacidad y el conocimiento para planteárselo.
¿Tú puedes imaginártelo? ¿Que sólo lo real es real? Que no hay magia, no hay más allá, no hay Voluntad, no hay Agencia.

 

No hay luz que ilumine si un ojo no la hace visible
 

Un nuestro último día; alguien lo vivirá. Definitivamente, el final. La desaparición completa de la vida y con ella, cualquier posibilidad de recuerdo. El eterno olvido. Cuando dé igual que una vez algo pudo ser recordado porque ya no quede la posibilidad de hacerlo y entonces sea como si nunca se hubiera podido.

Nos resistimos  con furia a esa idea. Que nuestra existencia es efímera. Que antes de nacer y después de morir... nada. Angustia porque todo acaba enseguida y no hay nada más y no da tiempo, no hay tiempo.
Si, por alguna casualidad, alguien afronta esta realidad de que la vida es única, breve y finita, parece que entonces le golpea la certeza de que no hay más remedio que, con toda determinación, esforzarse en hacer que merezca la pena.
Y luego lo frustrante de reconocer la incapacidad de conseguirlo, más que nada.

  

Máquinas moleculares, como quiera que sea, seres vivos. Seres humanos, en fin.


Seres humanos como fantasmas sorprendidos por la llegada de la luz del día que, justo apenas comprenden que existen, perplejos se desvanecen para siempre.

miércoles, 22 de enero de 2025

Zuhaitz-artzaina

 Después de dos días desde que había dejado las cimas más altas, se encontraba ya en los fértiles valles abiertos, húmedos y llenos de árboles. Entonces, allí arriba, nadie lo hubiera dicho, pero ahora estaba un poco harto del calor del sol, y se metió en la sombra del bosque. No tenía nada en contra de los caminos abiertos. Esos largos espacios vaciados hechos a medida de quien vive apartando a los demás de manera permanente. Éste no era muy transitado y, de hecho, no había visto todavía a nadie desde que hacía un cuarto de luna había aprovechado su paso por la pequeña ciudad atrás, al lado opuesto de la cordillera, para visitar a un amigo. Allí, entre la música y el vocerío, había compartido unas jarras de vino, el suficiente para romper la coraza de normalidad con que nos vestimos para los encuentros casuales y poco íntimos. No hacía tanto que él mismo había aprendido a dibujar su propia tristeza, pero aún se le hacía muy raro enseñar el dibujo. Así que había estado escuchando casi todo el rato, más que otra cosa. Como siempre.

Este recuerdo reciente y otros pensamientos le iban acompañando mientras iba dejando atrás un árbol tras otro según avanzaba hasta que, se dio cuenta de que ocurría pero no de qué le había hecho percatarse de ello, advirtió que no estaba prestando atención a lo que le rodeaba. Echó una ojeada rápida y sin ningún esfuerzo, como quien lee y comprende símbolos simples y comunes de un vistazo fugaz, vio que el estado de ese bosque no era el que esperaba encontrar. Era un talento innato suyo entender que las cosas no estaban funcionando como debían. Tenía la capacidad de darse cuenta, como quien conoce algo profundamente y lo interioriza, de que había detalles que fallaban. Él mismo era consciente de poseer ese talento porque, con una mirada observadora a las personas con las que se relacionaba, le había bastado para comprender que, muy en general, los demás no lo tenían. Desde niño, una y otra vez, veía a su alrededor lo mismo: Lo que a él le salía fácil, sin costarle trabajo, normalmente los demás sólo lo conseguían a base de esfuerzo, y sólo si se ponían a ello. Si no, ni eso.

Comprendió, pues, en la forma de las ramas, en la disposición de cada árbol, en el crecimiento de la hiedra, el liquen, el musgo, los hongos de las cortezas, en la homogeneidad de edades en las especies más longevas, donde la longevidad tampoco se alcanzaba, que ese bosque no era el bosque maduro que conoció la última vez que había pasado por allí, hacia tantos y tantos años.

Entonces los humanos no habían expandido tanto por el continente sus artes de labranza y domesticación de la naturaleza. Como longevo elfo de la noche, había conocido esos bosques cuando los imperios trol elevaban no muy lejos de allí sus enormes templos. Sin embargo, lo que vio algo más adelante, nada tenía que ver con los Amani: Casi completamente cubierta de hiedra, aún se mantenía en pie la estructura de una chimenea de piedra, que había pertenecido a una cabaña cuyas paredes ya habían desaparecido hasta sólo levantar un par de pies del suelo, y que contenían a unos desafiantes aliso y sauce, sus actuales habitantes, viviendo perfectamente felices sin techo alguno.

Un suspiro acompañado de un parpadeo largo, que duró algo más de un latido. Otra vez la futilidad, la inutilidad. Las cosas mal hechas. Tan evidente. Alguien había ido allí a trabajar esa tierra, había para ello inducido profundos y duraderos cambios en el entorno, para finalmente abandonar la tarea, dejando las cicatrices de su incapacidad. Otra vez. El esfuerzo inútil. Pero no inocuo.

A estas alturas cada vez le importaba menos si quien llevase el destino de los elfos de la noche sobre sus hombros fuese Tyrande o su antecesor, Fandral. Por mucho que para él la sacerdotisa lunar fuera mucho más accesible que el archidruida, y se diese por sentado que el cambio era innegablemente positivo, se sentía lejos de esas nuevas mecánicas del poder modernas y complejas. Era perfectamente consciente de lo difícil que debía ser para cualquiera de ellos llevar adelante a su pueblo, y la cooperación con las demás facciones de la Alianza, tan necesaria... Adoptar las maneras de humanos y enanos, los tiempos lo requerían, por supuesto...

Claro, siempre en nombre de la Utilidad; cómo no...

Pero a él no le interesaba eso. Por mucho que sus innatos talentos le habían facilitado su labor de mantener relaciones comerciales, a las que se dedicaba. Necesarias, claro. Alguien tenía que hacerlas, si a eso íbamos. Y hacerlas bien, pues en su eficacia iba el bienestar de tanto elfos de la noche como del resto de facciones. Como suele decirse, no se hacían solas, tampoco, a fin de cuentas.

 


 

 

A pesar de todo y sin remedio, en cualquier caso, a él le aburrían soberanamente. No le decían nada. Le dejaban frío.

Comprendía, porque comprender era su talento, pero no comulgaba. Él pensaba que hacía muchísimo tiempo que ese trabajo tedioso y mecánico, que era la organización de los pormenores del comercio, las transacciones de oro, los pagos, la organización de las vidas en pos de la eficacia, debería estar haciéndolo máquinas con mente de calculadora, de esas que los ingenieros gnomos tenían por todos lados pululando por sus túneles revestidos de metal remachado. Pensaba que era un desperdicio, para una entidad viva capaz de apoyar la mano en la corteza de una vieja haya y sonreír internamente, el hecho de estar dedicando tiempo a preocuparse por cuántas carretas de pizarra y estaño era posible llevarse desde Páramos de Poniente al puerto de Ventormenta, y a qué ventajoso precio. Veía a gente estudiando apasionadamente para eso, disfrutando de los tejemanejes de las imposiciones de egos, las ganancia sobre el vecino y la importancia que parecía otorgarse a sí misma esa misma gente por el hecho de hacerlo, y le causaba una profunda pesadumbre. También porque se veía obligado a jugar a ese feo juego y no veía modo de plantarse, tal era la necesidad que a aquél le ataba.

Los elfos de la noche, no pocas veces, tenían tendencia a la melancolía. Los que habían vivido tantos años, generalmente más. Él había sido en su día, en otra edad, un estudioso de las claves de la vida en los bosques. Antes de que la necesidad le llevara a dedicar su tiempo y esfuerzo a las nuevas labores administrativas. En todo caso, su amor por los árboles y la ocupación por la salud de éstos, individualmente o colectivamente como bosque, siempre había sido parte de él, de su verdadera identidad, y continuaba dedicándole la vida en la medida en que la obligación le dejaba. Por ello, aunque quisiera evitarlo, no podía parar de ver lo mal que se hacían las cosas, una y otra y otra vez. En todos lados. En ese mundo de gente que se afanaba en tareas tan insulsas sin siquiera tener la capacidad de al menos tratar de hacerlas lo mejor posible, él volvió a ver el omnipresente síntoma del defecto. La propia frustración al sentirse incapaz de hacérselo comprender a los demás, de señalárselo. Ahí mismo, tan evidente. De hacérselo ver.

Y se sintió cansado, cansado como dice esa canción... no lo tenía claro... ¿quizá de los Trols Furiarena?... sobre la vida de una deidad que, harta de ver tantísimo, se encontraba: «cansado de sí, cansado de los demás, cansado de vivir, de hacer sufrir y, más que nada, cansado de sentirse solo...»

jueves, 24 de octubre de 2024

Sentimiento del momento exacto en que te ves obligado a provocar una rotura

 

 

 This could be a


Hoy pensaba en la belleza que veo en la aproximación a la perfección,

en la elegancia de la fórmula matemática sencilla,

atractiva como aquello capaz de explicar sin

rodeos ni añadidos innecesarios, igual que se siente un

trabajo bien acabado. Y, sin embargo... me fascina la

biología, tantas veces la vida es endiablada y divertidamente contraintuitiva.

Rara vez se reunió un puñado de añicos y se tiró al suelo

obteniendo como resultado un vaso de cristal intacto.

Kai Hansen me recordó que quise vivir en un cuento de hadas, y aun así,

estoy convencido de que no tengo que buscar un porqué a esto, porque

no tiene por qué haberlo.


interchangeable love poem



Gaur erabat akrostikoak dion bezala sentitu naiz; beraz,


ingeles preposizioan ez dut ortografia-hutsik egin.





Maitasunez, Algarentzat